sábado, 5 de febrero de 2011

La última chupadita de mango

LA ÚLTIMA CHUPADITA DE MANGO
(fragmento)

Por Marcos Valverde


A Fidel Gómez
y Olman Morales

Podrían ser las tres de la tarde. A esa hora nadie sabía nada.
Transcurría el domingo 7 de octubre. El “sí” tenía que atraer votos bajo el sistema del dinero, la forma más fácil de ganar adeptos. Se gastaría el combustible que fuera. Se llenarían los tanques una y otra vez, se transportarían las personas, se recorrerían distancias… ¡Se ganaría! ¡Para eso es el dinero!, decían sus dirigentes.

La gente llegaba, decía la clave (el monosílabo) e inmediatamente iban a dejarlos a treinta, cuarenta o más kilómetros. Esa era la rutina de ese día. Por eso ganaron.



(Continúa)

Las aventuras de Eje Loco

Índice

Parte 1………………..¡Un milagro!
Parte 2…………………De ojos azules
Parte 3…………………Paseo a la playa
Parte 4………………..La finca, la novia y otras cosas
Parte 5………………..Viaje a Santa María de Dota
Parte 6………………..La Mazda 323
Parte7………………….La Ticabus
Parte 8…………………Viaje a Quepos
Parte 9………………..En la frontera







Parte 1


¡UN MILAGRO!
(fragmento)


Cuando Macho despertó, estaba en el hospital. Su pierna derecha no la sentía. Se quedó pensando unos instantes y de inmediato recordó la tarde anterior.
-Yo pasaba en moto frente al Hotel Lala y de repente me arrolló un camión.
Trató de recordar más y vino la imagen de su compañero que iba en el asiento de atrás.
-¡Jose! ¡Jose! ¿Dónde está Jose? , y nadie le contestó.


(Continúa)

La segunda colonización

DE BRAZOS LARGOS


Con semblante de ferrocarril
o bananal
a veces con tornasoles de palma aceitera,
han mutado
como hongos.

Desde el canal
o el latex buscado en el Amazonas
conservan sus brazos largos
sobre gargantas estrujadas.

Desde un inicio
-expandidos sobre nosotros-
produjeron clamor de lucha
con rasgos de muerte
(que lo diga Rivas
o Santamaría).

El final no ha llegado:
aún escribo de brazos largos
sobre Ojochal y otras playas
de llanuras revolcadas
o de algún tratado.


7 de junio del 2007,
meses antes de la consulta popular sobre el TLC.

La primera colonización




LA PRIMERA COLONIZACIÓN

A-INDÍGENAS


1-LA PIEDRA DE CONVENTO


Y Sibú dijo:
“Dejaré la Piedra de Convento
para que los hombres
duerman en ella.

Para que conozcan la tierra extensa
y el río extenso
y los cantos del curré.

Todos los secretos de los dioses
quedarán protegidos en sus entrañas
y ni los vientos
ni la lluvia
ni la mano destructora del tiempo
podrá arrancar el embrujo
oculto en su interior”.


Y así fue.



¿QUIÉN REGALÓ EL TERRENO DEL PARQUE?


Por Marcos Valverde

Don Mercedes Valverde, nativo de Santa María de Dota, se trasladó junto con su familia a El General a principios del siglo pasado.

Su esposa, Luisa Fallas, agradeció a Dios el que don Mercedes decidiera comprar el terreno ubicado a orillas del río San Isidro*, así dejarían de rodar.
Construyeron un rancho con buen tabanco y alrededor de la vivienda, sembraron yucas, plátanos, maíz y frijoles.

Ante gestiones de misioneros y vecinos del lugar (incluyendo a Rubén Valverde, hijo de don Mercedes), el señor Valverde decidió regalar el terreno de la iglesia (hermita), donde poco tiempo después empezaron a construir el templo.

Solicitaron también el terreno que estaba al frente de la hermita para construir la cancha de fútbol. Querían hacer partidos los domingos y mejengas en las tardes. Don Mercedes Valverde estuvo de acuerdo y cobró 50 colones. Los encargados de esa gestión aceptaron y don Mercedes Valverde entregó el terreno con la condición de que le serían pagados los cincuenta colones dentro de un año. Pasó el año y mucho tiempo más y nadie le pagó. Fue cuando Mercedes Valverde dijo:

-¡Idiay! ¡Esos chollados no me pagaron! ¡Qué se va a hacer!, ¡también la regalo!- Y allí paró el asunto.

Información dada por:
Edelberto Barrantes
Carmen Valverde
Ramiro madriz
Trino montero
Abixelí Guillén
Juan Rafael Valverde
y tomada del libro de Estudios Sociales 2°,
autora: Evelia Fuentes, Editorial Norma.
(Existen versiones con pequeñas variantes pero coincidentes)


*Esos terrenos estaban ubicados en la parte sur de la picada, al frente de lo que después fuera el cine Fallas, frente al actual parque. Primero eran de Napoleón Barrantes (extensión de ciento cincuenta manzanas) y luego vendida a don Mercedes en la suma de ochocientos colones.(Datos tomados del libro “Orígenes de la Diócesis de San Isidro de El General” pág.561.


Foto 1- La primera hermita que hubo en El General. Al lado aparece la Casa Cural. Año....



Foto 2- La primera escuela en El General, de teja y bahareque. Año.......¿Quién era la maestra?


Nuestra iglesia de lata, teatros y caimitos.


(Fragmento)


La iglesia anterior a la actual catedral, de paredes de lata color ocre con dos torres y dos campanarios, olía permanentemente a incienso. Sus campanas con frecuencia llamaban a la gente y competían con la sirena del “finado” Teatro General.
Doña Paulina, la dueña del teatro, estaba orgullosa de su obra. Lo había construido con cedro amargo, madera que al ser tan amarga, no era apetecida por comején ni polilla. Tenía una buena galería y, al frente del edificio, una semi-torre donde colocó la sirena para despertar e invitar a ver películas de Tarzán.
El Radio Teatro de los sábados era especial y Sopas, su animador, se había ganado este mote debido a la forma en que transmitía los anuncios de la radioemisora “La Voz de El General”. Su verdadero nombre era don Rodrigo Esquivel, usado solo en momentos formales.

Una de las casas patrocinadoras lo fue Relojería Suso Mora y desde que Don Rodrigo pasaba su anuncio, las ventas de relojes se duplicó y entabló la moda en este valle de andar con reloj. Sopas decía: “si se le para en media calle, no se preocupe, vaya a relojería Suso Mora donde le arreglan su reloj en un momento”.
La gente se animaba con el concurso del chompipe y corría a media noche a buscar ese animal para presentarlo de primero en la velada y así ganarse una coca cola. El público se desbandaba y hacía una presa en la puerta de salida. Su carrera y pasos agitados sonaban como hato desbocado en el piso de cedro amargo donde más de una tabla resultaba dañada y donde las maldiciones de Tulio, el hijo menor de doña Nina, se oían más fuertes que la misma sirena, alegando que su madre lo obligaba a hacer las reparaciones y nunca le pagaba.
Debido a su demanda, los chompipes escasearon. Era la media noche y la gente los buscaba. Los ladridos de los perros hacían desvelar al resto de la gente y, en su alegato, expresaron el ya no tener pavo ni para la sopa pues los buscadores de esas aves no escatimaban si el gallinero era propio o ajeno.
Las quejas las establecieron contra don Rodrigo al ser el instigador del robo y por rumorearse que en su casa siempre había sustancia de ese animal. El número de acusaciones aumentó y los perros dejaron de aullar.


(Continúa)






Foto 1- Al centro aparece la iglesia de latón pintada de rojo ocre con su dos campanarios. A la derecha está la Casa Cural, donde vivía el Padre León Matrath. A la izquierda se puede observar el "galerón del turno" y entre este y la iglesia aparece el "palo de caimito". Se dice que la bestia era la del Padre León con la que iba a hacer sus giras por los diferentes lugares de la zona. Y casi imperceptible, a la derecha, el tronco de un "llama del bosque" a la orilla de la plaza donde los muchachos mejenguiaban.














Foto 2-Este es el Teatro General por dentro, hecho en cedro amargo para evitar el comején, repleto de gente hasta en la gradería. Es la noche de un sábado cualquiera y el Radio Teatro está animado por don Rodrigo Esquivel. Transcurre la década del 6O y el concurso del chompipe ya casi empieza.






Foto 3- El Teatro General, la tarde de un domingo, los chiquillos con ganas de ver un matiné.






Foto 4- El Teatro Fallas, frente al parque de San Isidro de El General, Pérez Zeledón (1955). En la esquina inferior izquierda de la foto está la venta de granizados de "Chingolo" y en la esquina inferior derecha se observa el quiosco de Beto Badilla, con su único diente al frente de su boca y dos colmillos en la parte superior. Aquí se fraguaban las mejores mentiras del pueblo con toda clase de noticias un tanto alteradas y se vendían los más deliciosos papines colorados.

Las noticias se iban del quiosco a la cantina La Tormenta, propiedad de don Beto (actual Centro Comercial La Tormenta).




La Piedra de Convento



“Son las seis de la tarde y corremos a prisa con bolsas y valijas hacia el bus. Es el año 2012 y la capital luce tranquila. Vamos a cruzar el Cerro de la Muerte y luego, más allá. La partida está dispuesta, tomamos asiento y el bus se enrumba hacia el sur”.
Si lo anterior hubiese sido descrito a finales del siglo antepasado o a principios del pasado, se lo hubiéramos otorgado a Julio Verne, dado que, en esos tiempos, para viajar de San José a Cartago se debía hacer en carreta, a caballo o a pie. Lo mismo en Santa María de Dota donde, señalando hacia el sur, se interponía lo que después fue llamado el Cerro de La Muerte, como recordatorio a las personas muertas en ese cerro acosadas por el frío y el tigre.
Eran rutas casi imposibles de transitar siendo simples picadas incluyendo las hechas por la cima del Cerro de la Muerte.
Unos entraban de sur a norte por el Camino de Mulas; otros, principalmente indígenas, navegaban por el río Térraba y otros, estando en Copey de Dota, se desviaban al oeste, hacia la costa.
En la Quebrada de los Chanchos (después llamado El General), se usaba el camino de La Laja para ir a la costa, mientras, los que estaban en San José, se trasladaban a pie o a caballo hacia Puntarenas; las carretas repiqueteaban sus bocinas día y noche, en fila india y con paciencia de buen boyero, iban llegando días más tarde al puerto. Los que iban hacia el sur tomaban el lanchón de cabotaje rumbo a Quepos y Uvita hasta llegar a la desembocadura del río Térraba, luego río arriba hasta llegar a El Pozo, hoy Ciudad Cortés.
A partir de allí, se usaban los botes de ceibo barrigón labrados por los indígenas. Transportaban mercadería y gente desde El Pozo hasta El Lagarto, atracadero fluvial de la zona (este nombre aún se conserva). Dejaban el bote y seguían cuesta arriba, a pie o a caballo y así alcanzar la iglesia de Boruca, pueblo de misioneros españoles y alemanes y de indígenas sumisos, donde se enseñaba la doctrina católica.
Se rezaba el rosario, se descansaba una noche y al día siguiente los viajantes tenían que llegar a Hato Viejo (actual Buenos Aires). La noche era corta y al otro día, se catequizaba, se impartían bautizos y se casaban las parejas. Luego, en la madrugada, se tomaba de nuevo el camino, esta vez a La Quebrada de los Chanchos (llamado años después El General), trayecto largo y difícil que demandaba dos días para llegar. A mitad del trayecto, donde se pernoctaba, como una bendición de Dios, aparecía la Piedra de Convento, gruta que abría su vientre y protegía de aguaceros y animales peligrosos.
Allí, en su cavidad, durmió el historiador Henry Pittier, los misioneros León Mathrat, José Breiderhoff, el doctor Bernardo Augusto Thiel y muchas personalidades más como historiadores, políticos, religiosos y profesores que encontraban en esa caverna su único refugio.
El primer informe data de 1868 cuando Pedro Calderón, insistiendo terminar su picada y estando en la zona de Convento, fue invitado por un indígena a dormir en la cueva de esa piedra.
Esta roca es un “monolito inmenso de unos ocho metros de altura”, “debajo de ella un vacío espacioso proporciona abrigo seguro al pasajero”, según la describe el historiador Henry Pittier en 1891 (pág. 249 del libro Orígenes de la Diócesis de San Isidro de El General del generaleño Claudio Barrantes).
Al esculcar las descripciones hechas por monseñor Thiel, el presbítero Alfredo Hidalgo Solano y el mismo Pittier, me formulé la hipótesis de que esta piedra debía estar en el lugar descrito pues su volumen era demasiado como para desaparecer. Totalmente convencido, a partir del 12 de noviembre del 2004, me di a la tarea de buscarla.
La zona comprendía ambas riberas del río Convento, territorio colindante con Pérez Zeledón por un lado y por el otro con el cantón de Buenos Aires, provincia de Puntarenas sobre la carretera interamericana.
Hice varios recorridos sin resultado alguno. Los vecinos que vivían en un radio de cinco kilómetros del puente del río Convento, fueron entrevistados y ninguno sabía del tema.
Cada intento cumplido, lo informaba a mis llegados, incluyendo la prensa.

***

La siguiente búsqueda fue el domingo 6 de febrero del 2005.
A las seis de la mañana ya iba de camino. Esta vez me acompañarían Isaías Mora y Graciliano Beita Ureña; al primero, un policía pensionado, lo recogería en Las Juntas de Pacuar ; al segundo creí necesario llevarlo como baqueano conocedor de la zona. El señor Beita, según nos comentó, sabía de “una piedra muy grande y de una caverna que en décadas pasadas, al andar en cacería, había visitado”.
Para mí, el saber que Graciliano conocía una gran roca, significó una esperanza.
Ya de camino, entre piedras, sotos y montañas, nos dimos cuenta que nuestro baqueano recordaba únicamente la dirección, no la ubicación exacta de la roca.
Caminamos horas y horas rumbo Este y al ser medio día, después de muchos intentos fallidos y casi dispuestos a desistir, dimos con ella(2). Entre sonrisas y muestras de regocijo, ingresamos a la cavidad. Se percibía misteriosa, con mil secretos e historias guardadas y sentí que mi piel se erizaba al imaginar a Henry Pittier junto a Pedro Pérez Zeledón y muchos personajes más que recorrieron esa ruta, descansando allí.
La Piedra de convento estaba ubicada (y está) en la margen del Río Convento, lado del distrito de Cordoncillo, Buenos Aires. El pueblo más cercano es La Colonia de San Pedro al lado de Pérez Zeledón.
Al rato abrimos las mochilas y comimos los almuerzos envueltos en hojas soasadas que llevábamos y nuestras mentes volaron en el tiempo, mezclando datos e historias difusas adheridas a las paredes de la roca (3).


(1)Documento relacionado con el tema fue publicado en el periódico LA ESTRELLA DEL SUR, Edición Nº 452 de la primera quincena de mayo del 2007.
(2)Este hallazgo histórico está legalmente inscrito en el Registro de la Propiedad.
(3)Los comentarios acompañados de fotografías se difundieron haciendo del sitio un lugar atractivo a visitar. En internet lo consigues con solo escribir LA PIEDRA DE CONVENTO.
Hay otras dos piedras importantes y dignas de reconocer y visitar: la “Piedra Mano de Tigre”y “La Dibujada” ambas en el cantón de Buenos Aires, Costa Rica. La primera requiere protección, la segunda está protegida.




Esta es la roca de la Piedra de Convento con su formación de gruta, único refugio para los viajantes de esos tiempos.



La historia del CD

LA HISTORIA DEL C.D.(1)
(La historia completa)




“…y en 7 días Dios hizo al mundo”





Dios hizo a la mujer a costillas del hombre y los días no le quedaron igual.

Aparte de los años bisiestos, hay días larguísimos, pegajosos y no hallamos qué hacer con ellos. Dormimos, leemos, vemos tele, escuchamos música e inventamos cosas. Eso fue lo que pasó ese “día látex” y de Pinocho, “silbido de lechero” y “domingo sin plata”, grabado literalmente en el resto del libro.
Transcurría 1988. Era un jueves de la tercera semana de octubre. Ya el mundo tenía la costumbre de escudriñar las nubes para encontrar a alguien que estuviera soplando fuerte y que quisiera hacer algún remolino sobre el Caribe o sobre cualquier parte donde su ancha bocota pudiera soplar.

Lo pronosticaron: “viene el día más largo de todos los siglos, de los siglos, amén. Va a tener cincuenta horas, treinta de penumbra y veinte oscuras”.

La gente corría y buscaba dinero para ir a comprar arroz de puntilla.

La noche fue un solo aguacero y se hizo el día. Los árboles se estremecían con el viento y las ramas se doblaban ante el peso del agua. Era Juana(2), Juana la gorda, Juana fuerte, Juana brusca. Venía de las Antillas ahogando niños, destruyendo vías y gastando todas las puntas de arroz que pudieran existir.

La gente se quedó encerrada en sus casas mientras la corriente de los ríos tomaba posesión de las calles. La tragedia creció y las copas de los árboles se vieron pobladas de llanto.



***


Fue la mamá de Martineli la que convirtió a su hijo en un niño fuerte para que no se dejara de nadie. Ella le aconsejó:
-Tome leche con polvo ferroso y ¡no se deje de nadie!
La orden fue seguida al pie de la letra y en la década del 70, siendo cajero del Banco Nacional, tomó del cuello a su compañero Otto y le acomodó violentamente una caja registradora en la cabeza. Le dejó una cicatriz en su frente y, a partir de ese día, solo pudo expresarse en números y Martineli, sin ningún tipo de remordimientos, lo único que llegó a decir fue:
-¡Bendito polvo ferroso!-, y Popeye, ni lerdo ni perezoso, no solo copió la fórmula, sino que la mejoró al agregarle espinacas a la leche.
¿Quién no conoce la soda Popeye?
¿Quién no ha ido a esa soda a comer sabrosas espinacas y polvo ferroso?
La gente lo buscaba, le pedía espinacas en leche amarilla. Popeye vendía cantidades y guardaba el dinero y compraba platos nuevos.
Se hizo de un equipo de sonido marca Sony, muy bueno; grababa miles de casets con música de Los Galos y los vendía en docenas. Tanto era el burumbún que le cayó la tomba.
Ese día que le cayó la tomba “aterrizaron” quince efectivos lo cuales se tuvieron que turnar para entrar al pequeño Café Popeye y así revisar el cuerpo del delito. Requisaron quince empanadas de queso y diez de frijoles además de salchichón y mortadela. El equipo de sonido, los casets y otras yerbas se salvaron porque Popeye los tenía escondidos en El Bunquer, lugar secreto ubicado en el sótano del edificio y donde solo los grandes amigos podían entrar a fiestas secretas. La Guardia lo sabía pero se hacía la maje. Ellos, los policías, lo que buscaban era algún acuerdo con el gordo Popeye y pareció haberlo logrado.
A partir de ese día era frecuente ver guardas uniformados en la soda. Tomaban café con empanadas y consumían gallos de salchichón y mortadela. Por otro lado, Popeye siguió grabando y vendiendo espinacas y casets, tanto fue así que gastó las cabecillas del equipo. Creyó necesario ir donde Gollo y compró otro equipo de sonido mejor. No solo su negocio de espinacas mejoró notablemente sino que la venta de música se duplicó.
El equipo de sonido viejo estaba abandonado y de vez en cuando yo lo volvía a ver.
Un día, como de costumbre, apareció “el hijo de mama” en la soda y le pidió a Popeye un plato de espinacas con polvo ferroso y cuando me sentí fuerte, le dije con voz de hombre:
-¡Popeye!, ¡le compro el equipo!
Popeye contestó:
-Está bien. Deme veinticinco.
-Son suyos.
A la semana se los di y me llevé el empolvado aparato.
Desarmé el cajón, lo limpié, le cambié correas y cabecillas y empecé a grabar y grabar música, en especial la del famoso colombiano Julio Jaramillo.


***

Fue el día más largo, con 50 horas, como les dije.
No sabía si había amanecido o qué.
Me quedé en la cama oyendo la lluvia insistente golpear las láminas de zinc. Me volví a dormir y seguía lloviendo. El reloj iba lento y en las calles nadie pasaba ni siquiera Yajaira, la perra cuyo trabajo diario era perseguir frijoles en cualquier desagüe.
Tampoco sabía si estaba dormido o despierto.
El teléfono enmudeció y me sentí solo.
A como pude me levanté, herví agua y chorreé café. Su aroma me despabiló el apetito y coloqué el comal en la plantilla de gas. Tomé el encendedor, lo raspé, le di vuelta a la perilla de la cocina y dos huevos picados, tortillas y pinto fueron mi desayuno. Me volví a acostar. Me volví a dormir. Me volví a levantar. Volví a comer y nada más: Juana allí, mojada, embarrialada, necia, testaruda, no se iba y todo el mundo en su casa y yo en la mía y… ¡por Dios!, ¿qué invento? Miraba el reloj: ahora iba mucho más lento, ¡desesperante!
En la olla no había espinacas, menos polvo ferroso. Llovía y las agujas del reloj quietas. Tronaba y comía sin hambre, más bien empanzado. Tenía dolor de espalda: la cama era dura. Me levanté, fui donde estaba el equipo Sony y escuché música. Al rato me aburrí. Lo apagué. Tomé un libro y leí, luego lo cerré. Saqué un cuaderno y me puse a escribir poemas. Tuve un espacio de silencio y en ese instante escuché a Juana. Me percaté que decía poemas. Preciosos versos que declamaba con naturalidad y quise unirme, ¡era la gran idea! ¡Hacerme amigo de Juana! Y… ¿por qué no grabar su voz?
Salí al frente de la casa y vi a Juana en toda su amplitud de caderas: ¡gorda! Y le dije:
-¡Sí…! Estás gordita, pero me gusta verte llorar y sacudir. Gordis: ¡Declamas muy bien! ¿Me dejas grabar tus poemas?-, y con un gran trueno me respondió:
-¿Por qué yo sola?
-!Está bien! ¡Está bien!, lo hacemos a dúo.
-¡No!-, agregó-, necesitamos música.
-¿A quién prefieres?
-¿Quién está tocando piano en la sala?
-Richard Clayderman.
-Está bien.
Introduje un caset limpio a un lado y en la otra casetera estaba Clayderman. Mi mano derecha sostenía un micrófono y la izquierda, un cuaderno abierto con poemas. Al fondo Juana, con su voz de lluvia, vientos y truenos.
Francamente no sé qué hubiera hecho si Juana no me hubiera ayudado. Las pausas, el volumen y la corrección se convertían en un gran problema y Juana, además de ayudarme con esos detalles, hizo sentirme feliz. No me acordé más del polvo ferroso. Las horas transcurrieron y la poesía y la música del trío quedó en el caset.


***


Cerca de mi casa, en Barrio Valverde, vivía Carlos Quirós. Transcurría los primeros años del nuevo milenio y la moda era tener computadora.
Carlitos estrenaba un chuzo y le había instalado un programa que pasaba música de casets a cds y ese era su pasatiempo: buscar casets con la música más vieja para grabarla en discos.
Un día llegó a mi casa y se puso a desempolvar cintas. Esculcó docenas y docenas de casets hasta que uno le llamó la atención.
-Y este… ¿qué tiene grabado?, preguntó.
-Poemas-, le dije.
-¿De quién?
-De Juana y míos, con fondo de Clayderman.
Se llevó el caset, lo terminó de desempolvar y le aplicó el programa. La voz de la pareja y el piano de Clayderman quedaron grabados en un C.D.
El equipo todavía lo conservo y Juana aún está al fondo del piano.








Sábado 3 de noviembre del 2007-
4.15 a.m.
Casa de Barrio Valverde
Pérez Zeledón


Costa Rica






(1) Las declamaciones (audio), que aparecen en este blog, son parte de la poesía declamada que está en el C.D.



(2)Juana, en este caso se refiere al Huracán Juana que empezó a formarse como tormenta tropical el 10 de octubre de 1988 al este de las Guyanas, América del Sur. Atravesó una pequeña península al norte de Colombia llamada La Guajira y por ahí del 17 y 18 de setiembre tomó rumbo suroeste, directo a las costas de Limón en Costa Rica.
En ese momento fue que tomó categoría de huracán con vientos de hasta 120 kilómetros por hora que fueron aumentando poco a poco. El 19 de octubre ya era un huracán de categoría 3, con vientos de hasta 175 kilómetros por hora y siempre con rumbo a Costa Rica. Luego la ruta de este huracán tomó un cambio muy curioso. El 20 de octubre como que se detuvo en frente de las costas de Panamá y Costa Rica, hizo un extraño giro, y reanudó su movimiento con rumbo al noreste, más bien hacia las costas de Nicaragua.
E! 22 de octubre entró a tierra cerca de Bluefields, Nicaragua, con categoría 4 y con vientos de hasta 200 kilómetros por hora. Atravesó rápidamente el territorio nicaragüense, disminuyendo su fuerza en cuestión de horas.
Para el 23 de octubre sus vientos eran de apenas 80 kilómetros por hora, ya como tormenta tropical. Sin embargo, al llegar al Océano Pacífico, la tormenta tropical volvió a tomar fuerza y se le cambió su nombre a Miriam. Tomó rumbo al norte frente a las costas de El salvador y Guatemala, y fue a disiparse por completo al sur de México.
Este huracán produjo serios daños en Nicaragua, sobre todo en pueblos costeros donde el huracán entró con fuerza como es el caso de Bluefields. En total, en todo el territorio nicaragüense, más de 300 mil personas tuvieron que ser evacuadas. De estas, unas 230 personas perdieron sus viviendas y todas sus pertenencias, debido a la crecida de los ríos y a los fuertes vientos. Además afectó a varias zonas de Costa Rica, con fuertes vientos y lluvias que duraron varios días, tanto al norte de la costa atlántica como en toda la costa Pacífica en donde se sintieron los afectos indirectos de este huracán.


En cuanto al C.D. aún hay copias.

Carlos es del pueblo

CARLOS ES DEL PUEBLO
(Poesía denuncia)

Índice

1-No lloren
2-Mirada azul
3-Drogadicto
4-Chiflón (Walter)
5-Ese
6-El desconocido
7-Y después
8-El señor que cruza la calle
9-Llora mi pueblo
10-Carlos es del pueblo
11-Mi tierra
12- Mi libro es de Darío
13-El descenso de la voz
14-No hubo tiempo
15-Recital
16-Obra de teatro
17-Abundancia
18-El verde mío
19-Bunker
20-Filibusteros
21-Patria grande
22-Mi padrino (Padrino literario)
23-Emigrantes
24- Las Crucitas
25-Entre amarillos
26-Ya amaneció
27- Al gobierno nica







4-CHIFLÓN
(Walter)


A Chiflón lo habían bautizado la segunda vez
en una acera del mercado.
Jaquimazo estaba cerca de Walter
y bajo los efectos de la piedra
( por consenso de todos los del grupo)
le roció orines en su cabeza y dijo:

“De ahora en adelante te llamarás  Chiflón”.

Y se escurría por las esquinas
con la guardia atrás
escondiéndose.

Antes de que Chiflón fuese Chiflón
el cura lo había bautizado con agua bendita
(o maldita, no sé)
y había dicho que su nombre escogido por Dios era Walter.

Walter era de oro en cadenas,
de andar petulante
y “ojos de tigre” en sus dedos.
De piel lampiña,
de tatuajes que cruzaban sus  vísceras
y que se iban
hasta el rincón
profundo
de sus más íntimas cuevas.

Walter viajaba en las noches
por las calles
con no sé que trabajo
a veces enganchado de la mano
 de un policía.

Vendía
(vendía y compraba)
la famosa cajeta
colombiana.

El bar era un bullicio de los diablos
y detrás del mostrador
el muchacho expendía el mismo aroma
el aroma de las calles
el mismo aroma de su celda.

Y luego volvió
y durmió otra vez
en las calles.




Ausencia

AUSENCIA


Índice

1-Emigrante
2-Más cerca del fin
3-En la ciudad
4-Para siempre
5-Mi única amante
6-Juventud
7-Desnudez
8-Te fui a buscar
9-No sé por qué
10-Tenías razón
11-Ausencia
12-Residuos cósmicos
13-Haz de luz
14-Aun la quiero besar
15-El reencuentro
16-Con o sin tu amor
17-No te dije nada
18-Hoy en la noche
19-Añoranza
20-Versos de amor
21-Cuando llegue el final de tu viaje
22-En tus pensamientos estaré siempre






4-Para siempre



Habías llegado
para siempre.

Para siempre
me dijiste.

Para siempre
te dije.

Fue un acuerdo de ambos
el cual cumplimos
durante seis años.









A la salida de clases

A la salida de clases,




¡búscame!






Índice



Dedicatoria

Poema 1

Poema 2

Poema 3

Poema 4

Poema 5

Poema 6

Poema 7

Poema 8








Dedicatoria


A los estudiantes


y… ¡al recuerdo!





Poema 1





A la salida de clases,





¡búscame!,









que yo estaré impaciente

por verte llegar


con tu sonrisa mía.







A la salida de clases

nos iremos a sentar

a la sombra de un árbol.






Nos contaremos muchas cosas

y nos veremos a los ojos

-cerquita y con deleite-,

deseosos de acariciarnos

y de hacer un tibio nido

en nuestras manos.






Y el tiempo pasará

como algodón de azúcar.


a