En la Ciudad del Bosque*
Marcos Valverde
2005
ÍNDICE
Presentación
I parte
En la Ciudad del Bosque
La Ciudad del Bosque
El puente
Uno verde otro ceniciento
Bosque
El Himno a la Ciudad del Bosque
Poema verde
Sombra
En la playa
II parte
En la Ciudad de Cal
Ciudad de Cal
En la Ciudad de Cal
Canciones desconocidas
A la Química
Ignorancia
Al incendio forestal de San Jerónimo
Al congo
Chirincocas
Espera
Tumba de indio
San José
Advertencia
Dinosaurio
Filosofía
III parte
Profecía (más bien advertencia)
Erupción
Portador de La Profecía
Terremoto
Angustia
Pozo de cal y cantoUn valle
IV parte
Poema Nuestro
Costa Rica
América
Tierra
PRESENTACIÓN
En esta región, donde junto a la poesía, nace la concientización de una comunidad, por la protección de los recursos naturales. Gente que logró rescatar estas tierras de las manos de empresas transnacionales y darle el colorido original, para ponerla nuevamente en manos de Dios y así sea útil a pescadores, agricultores, artesanos y a toda persona capaz de apreciar su belleza virginal.
Tal como lo hace el escritor al conservar la naturaleza en sus letras, nos hemos declarado, defensores comprometidos de esta ilusión que vive en nuestra vida, sin permitir que influencias extrañas vengan a destrozar esta realidad («¡Dejad tos zonzapotes quietos!/ ¡Dejad tos caminos del garrobo/ y tos hociquiltos que mastican/ la pulpa anaranjada!/ Dejad mi canto abierto/ como advertencia/ a las piedras sumergidas!/. Versos del poema ADVERTENCIA del libro En la Ciudad del Bosque).
Juntos, escritor y pueblo, ponemos en sus manos este libro como homenaje a la naturaleza que nos permite brindar la exquisita literatura de Marcos Valverde.
Mario Alberto Porras Chávez
Presidente de la Asociación de Desarrollo Integral
de Uvita de Osa.
La creación de seres aptos para comprender y apreciar, capaces de gratitud y de gozo, parece ser el fin y la meta del proceso del mundo. ¿Cuál sería el mérito de un universo esparcido a través de un espacio de billones de años-luz, si no es infinito dentro de los términos, conteniendo millones de galaxias y trillones de estrellas y un nùmero inimaginable de planetas, pero desprovisto de consciencia? Un universo sin un sòlo ser para disfrutar de su existencia en él, para celebrar su belleza, o para maravillarse de su inmensidad, sería un universo estéril. El cosmos logra valor y una razón de existir exactamente en la medida en que contiene seres para gozarlo, apreciarlo y entenderlo.
Alexander F. Skutch.
El ascenso de la vida.
La Ciudad del bosque
En
la Ciudad del
Bosque
no
está la Ciudad
de Cal.
La
sombra
recoge
bocanadas de suspiros
que
llevan
a
la Ciudad de
Cal.
La
Ciudad del Bosque tiene alfombras
azahares
que
abren sus brazos
en
cosechas de amor.
(El
rayo nace
en
el brío del potro
y
el día
-borbollón repartido entre almendros-
refresca
mañanas.
La
flor sonríe
y
alguien bate sus alas
en
algún pétalo del valle).
El
puente
Entre
la Ciudad del
Bosque
y
la Ciudad de
Cal
hay
un puente
con
labios de tierra extendidos.
Un
labio es de color verde
otro
ceniciento.
El
puente atraviesa los espejos
donde
los peces
se miran.
Uno
verde otro ceniciento
El
labio verde
limita
con aguas cristalinas
que
descansan
en
la Ciudad del
Bosque.
El
labio ceniciento
tiene
tarros y espumas malolientes
que
infestan
la
Ciudad de Cal.
Bosque
¡Cómo
gritas desde lejos!
Bosque
de ojos
de
agua
tibio.
Y
te vas
haciendo
bosques en mis manos.
Bosque
de luz
de
cielo
vidrio.
Y
juegas
perdiéndome
en
tus
voces.
El
Himno a la Ciudad
del Bosque
Atravesé
el puente
y
caminé
hacia
la Ciudad del
Bosque.
El
paisaje se destapó oceánico
en
desfile de colores y pasos.
Era
una ciudad de robles altivos.
Entre
todos entonaban
el
Himno a la Ciudad.
Poema
verde
El
verde pinta letras
y
dibuja ciudades
en
los cerros.
El
verde escribe versos
en
mis ojos
y
persigue
ata
domina ciega
y lo
amo.
Sombra
Me
abraza el higuerón
y
aspiro lleno de sombra.
La
calle hierve.
Tijerillas
de cielo y nubes
hacen
cabriolas
y
sonríen
con
gestos de follaje.
Guaco
Noviembre
vino
tibio
después
de las lluvias
invernales.
Noviembre
vino
y
trajo al guaco
con
su canto erguido
en
la rama seca
del
fosforillo alto.
Silueta
Árbol
negro
que
sobresale en la colina.
Cara
de Quijote
con
aspas
molinos
y
ramas de lluvia.
Cantos
La
noche tiñe cantos
y
los charcos de juncos
dicen
la misma canción.
Amanece
y
las ramas escriben
con
ritmo de versos
un
posible adiós.
Amanecer
La
dormilona embrujada
empieza
a despertar.
Las
hojas se besan
a
intervalos de cantos
y
acicalan sus plumas
en
el pozo del pistilo.
Acuarela
Camino
y
es el potrero que me guía
hasta
la acuarela
de
dormilonas y murisecos.
(Un
vuelo
de
ochos pintados
y nácar
rasga
el cuadro).
Llevo
sudor
y
respiro profundo
como
espanto de grillos.
Tomo
el pincel
y
corto el cáliz
donde
se une al marco.
Mis
pies son camino en la hierba
Mis
pies son camino
en la hierba.
Flores
puntiagudas
y cinco pétalos.
Campanitas
punto-rojo
lilas
matizadas y cielo.
Coronas reunidas
y
otras solitarias
que
atentas escuchan.
Aromas
enredados
en
la ambrosía que el Dios
hizo
nueve veces más dulce
que
la miel.
Óleo
Bejucos
prisioneros
entre
aromas del verano.
Mariposas
zigzagueantes
con
cantos de hojas
y
q e r d t e a o a a.
u b a i a n m r d
Bahía
ballena
En
Bahía anidan ballenas
con
caminos derretidos
desde
el sur.
Los
almendros juguetean con ellas
y
hojas y ramas
similando plumas
y alas
se
unen a sus aletas
dirigidas
a islas y horizontes
lejanos.
Todo
es azul:
azul el cielo. Azul
el
mar. Y hasta el verde
quiere
ser azul.
En
Bahía Ballena declaman y actúan las olas
agua
y sexo satisfecho
prístina
paz.
Playa
Bahía Ballena.
Verano
de 1993.
En la
playa
Camino
por la línea húmeda.
El
mar observa.
Saca
su lengua
y
moja
con
su canto.
Olas
testarudas
necias
se
suicidan
en
el abismo del eco.
Otras
se
extienden serenas
en
climax
con
la arena.
Playa
Punta Uvita.
Verano
de 1992.
El
mar canta
El
mar canta
en
el polvo húmedo
del
parto.
Acaricia
golpea
y
regala versos
enamorando
en
cópula
y
arena.
Y
la tierra le entrega
su
vientre materno.
Playa
Dominical.
Verano
de 1980.
Atardecer
Estratos
y cúpula
en
filos
de
valle oculto.
Cósmica
interrogación deshecha
en
diamante fugaz.
Silueta
esculpida en lo alto
como
alma solitaria
Garzas
que se van
en
uve
al
confín de los rayos
s a s
u
l o
s l.
p
e
n
d
i
d
a
s
Al viento
Manojo
perdido
en distancias
con
paso rápido
entre
laberintos
y
espadas.
Alma
tranquila
o
inquieta
en
rendijas
y
cielos
c
o
n
f
u
r
i
a
d
e
r
a
í
z.
Orquídea
Misterio
oculto
suspendido
en
hebras marfil.
Retoños
de miel
y
aire
en
el labio
fresco
de
la sombra.
Rojo
ígneo
y
encajes que cuelgan.
Figuras
inventadas
por
algún dios
juguetón.
Cascadas
El
tornasol revienta
en
espumas.
El
zumbido destella
al
paso.
Cara
escondida
de
pétalo simétrico
y
caricias que se deshacen
en
el
aire.
Pejibaye de Pérez
Zeledón.
Verano de 1982.
Invierno
Hilos
esparcidos
de
cielo a tierra
(comunicación
de los dioses
con
el hombre).
Y
octubre
chapaleando
en
el charco.
Verano
El
terrón se asfixia
y
el naranjo le da su jugo
de
sombra.
El
terrón se rompe en el polvo
y
marzo tuesta helechos
y
divide el agua
en
nubes
y
pozos.
Hormigas
Paso
marcado
de
tropa en fila india
acicalándose
respetuosas
ante el sol.
(Los
ritos se repiten
como
acto
ancestral).
Vigías
del camino
con
estandartes
que
llevan al túnel
donde
le enseñan a la oruga
sus
leyendas.
Canto
a la inmortalidad
A las piedras
Testigo
del cosmos
cubierto
de musgo.
Declamación
del río
entre
cara redondas
y
aplausos grises.
Carácter
fuerte
inmortalizado
con
voz
en
soledad
oculta.
Tierra
colorada
A Pérez Zeledón
Rebosa
el cenit
y
cruje el helecho.
Astilla
y hueso
hincados
al terrón.
Seres
con piel bauxita
y
manto verde.
A la
naturaleza
Trueno
en
el paisaje
horizontal de mis ojos.
Azul
y verde.
Sábana
sobre el pecho
infinito
de
la vida.
Alcatraz
de patas azules
(Habitante de las
islas Galápago).
Abanico
de saetas
en
el acto amoroso
Coqueteo
magistral
de
baile y conquista
arcano
de la
isla.
Fecunda
A la naturaleza.
Nido
fecundo
como
vaina
que
cruje al parir.
Pistilo
y mariposas
entrealadas
en
el templo verde
del
humus.
Cascada
Cometa
suspendido.
Explosión
de
cascajos de luna
como
doncella
v
e
r
t
i
c
a
l.
Catarata de San Luis.
Pérez Zeledón.
Invierno de 1979.
Cerro
Chirripó
Con
motivo de la promulgación de la ley
que
declara al Chirripó, Parque Nacional.
Madrugada
que descubre
filos
del risco.
Tierra
del cielo
como
ilusión fundida
en
espaldas jorobadas.
Lentejuelas
que
juegan con su piel
haciendo
señales al cosmos.
Crestones
de moles rojizas
refugio
del
verso milenario.
(Calla
la flor
ríe el musgo
entre piedras de torres
y faros de estrellas).
Noche
caída en lo oscuro.
Luna
trepando la cuesta.
Y
mis pies
junto
a un verso
corrían
envueltos
en el viento
noche
helada
escándalo
del silencio.
Allí
quedé:
pensamiento infinito
sereno
azul.
Cerro Chirripó,
Pérez Zeledón.
Verano de 1980.
En
Los Crestones
Dos
moles gigantescas apoyan las moles
y
sus dedos petrificados retienen al tiempo
en
un reloj de arena
que
insiste calcular el peso
con
ansias de alcanzar las nubes.
Lagos
aéreos se lanzan en voraz travesía
y su piel de algodón se deshace en la magia
de
lo real maravilloso.
La
estatua del hombre pensante rompe el aire.
Quizás
sea poeta o filósofo
o
un dios que desafió las alturas
hasta
convertirse en roca.
Lo
acompaña un león
que
vigila la serenidad del verde azul.
Y ambos
resguardan
el orden
idos
en la inmensidad de la distancia.
Cerro
Chirripó.
Verano
del 1980.
Tilarán
Pueblo
sin axilas
acuarela al viento.
Silueta
de un portón
suspendido
a una nube
con
cabellera peinada hacia atrás
asida
a la raíz
del
repasto.
Tilarán,
Guanacaste.
Verano
de 1985.
Al
camino
Lomo
raspado
de
cara al cielo
que
ríe al dibujar
la
piel del caminante.
De
rojo
y
montañas.
De
silencios
y
ecos.
Y
paredones
que
oyen acercarse
el
asfalto.
Hay
una perla en la montaña
Hay
una perla en la montaña
que
eriza
su piel.
Hay
lluvia de ranas
Y
flores-azucenas.
Garzas
y martínes-pescadores
helicópteros
vivientes
y
jicoteas.
Cuando
el monte suena
corre
la espanta-viejas
se
esconde la solda-con-solda
y
la esperanza vuela.
En
verano
todos se van
y
me dejan.
Marzo
Reverbera
mi piel
y
corren chorros de sudor.
El
aire hierve
y
el potrero es yesca.
A
la quebrada le brotan lomos
sin
brisa
ni
azul.
Sólo
hay quemas
y
negro del carbón.
Chicharra
Marzo
llegó
y
aún con trozos de tierra colorada
se
puso a ver el sol.
El
sol la encandiló
y
le afinó su canto
hasta
hacerla reventar.
Pedregoso
de Pérez Zeledón.
Verano
de 1979.
Después
del cenit
Después
del cenit
las
hojas somalladas
necesitan
respirar.
Llega
el sereno
y
las acaricia
suavemente
dibujando
gotas en su frente
hasta
hacerlas revivir.
Les
regala quietud
historias.
Rezos
para
conciliar el sueño.
Al
día siguiente
EN MI JARDÍN
a
0 comentarios:
Publicar un comentario