sábado, 4 de septiembre de 2010

En la Ciudad del Bosque


























En la Ciudad del Bosque*


Marcos Valverde
2005



ÍNDICE

Presentación


I parte
En la Ciudad del Bosque

La Ciudad del Bosque
El puente
Uno verde otro ceniciento
Bosque
El Himno a la Ciudad del Bosque
Poema verde
Sombra
En la playa

II parte

En la Ciudad de Cal

Ciudad de Cal
En la Ciudad de Cal
Canciones desconocidas
A la Química
Ignorancia
Al incendio forestal de San Jerónimo
Al congo
Chirincocas
Espera
Tumba de indio
San José
Advertencia
Dinosaurio
Filosofía




III parte

Profecía (más bien advertencia)

Erupción
Portador de La Profecía
Terremoto
Angustia
Pozo de cal y cantoUn valle


IV parte

Poema Nuestro
Costa Rica
América
Tierra


PRESENTACIÓN

En esta región, donde junto a la poesía, nace la concientización de una comunidad, por la protección de los recursos naturales. Gente que logró rescatar estas tierras de las manos de empresas transnacionales y darle el colorido original, para ponerla nuevamente en manos de Dios y así sea útil a pescadores, agricultores, artesanos y a toda persona capaz de apreciar su belleza virginal.
Tal como lo hace el escritor al conservar la naturaleza en sus letras, nos hemos declarado, defensores comprometidos de esta ilusión que vive en nuestra vida, sin permitir que influencias extrañas vengan a destrozar esta realidad («¡Dejad tos zonzapotes quietos!/ ¡Dejad tos caminos del garrobo/ y tos hociquiltos que mastican/ la pulpa anaranjada!/ Dejad mi canto abierto/ como advertencia/ a las piedras sumergidas!/. Versos del poema ADVERTENCIA del libro En la Ciudad del Bosque).
Juntos, escritor y pueblo, ponemos en sus manos este libro como homenaje a la naturaleza que nos permite brindar la exquisita literatura de Marcos Valverde.


Mario Alberto Porras Chávez
Presidente de la Asociación de Desarrollo Integral
de Uvita de Osa.






La creación de seres aptos para comprender y apreciar, capaces de gratitud y de gozo, parece ser el fin y la meta del proceso del mundo. ¿Cuál sería el mérito de un universo esparcido a través de un espacio de billones de años-luz, si no es infinito dentro de los términos, conteniendo millones de galaxias y trillones de estrellas y un nùmero inimaginable de planetas, pero desprovisto de consciencia? Un universo sin un sòlo ser para disfrutar de su existencia en él, para celebrar su belleza, o para maravillarse de su inmensidad, sería un universo estéril. El cosmos logra valor y una razón de existir exactamente en la medida en que contiene seres para gozarlo, apreciarlo y entenderlo.

Alexander F. Skutch.
El ascenso de la vida.


















La Ciudad del bosque







En la Ciudad del Bosque
no está la Ciudad de Cal.

La sombra
recoge bocanadas de suspiros
que llevan
a la Ciudad de Cal.

La Ciudad del Bosque tiene alfombras
                                                                          azahares
que abren sus brazos
en cosechas de amor.

(El rayo nace
en el brío del potro
y el día
            -borbollón   repartido entre almendros-
refresca
mañanas.

La flor sonríe
y alguien bate sus alas
en algún pétalo del valle).











El puente



Entre la Ciudad del Bosque
y la Ciudad de Cal
hay un puente
con labios de tierra extendidos.

Un labio es de color verde
otro ceniciento.

El puente atraviesa los espejos
donde los peces
                                 se miran.

















Uno verde otro ceniciento



El labio verde
limita con aguas cristalinas
que descansan
en la Ciudad del Bosque.

El labio ceniciento
tiene tarros y espumas malolientes
que infestan
la Ciudad de Cal.













Bosque



¡Cómo gritas desde lejos!

Bosque de ojos
de agua
tibio.

Y te vas
haciendo bosques en mis manos.

Bosque de luz
de cielo
vidrio.

Y juegas
perdiéndome
                          en
                               tus
                                      voces.













El Himno a la Ciudad del Bosque



Atravesé el puente
y caminé
hacia la Ciudad del Bosque.

El paisaje se destapó oceánico
en desfile de colores y pasos.

Era una ciudad de robles altivos.

Entre todos entonaban
el Himno a la Ciudad.












Poema verde




El verde pinta letras
y dibuja ciudades
en los cerros.

El verde escribe versos
en mis ojos
y persigue
ata domina  ciega
y lo amo.












Sombra


Me abraza el higuerón
y aspiro  lleno de sombra.

La calle hierve.

Tijerillas de cielo y nubes
hacen cabriolas
y sonríen
con gestos de follaje.













Guaco




Noviembre vino
tibio
después de las lluvias
invernales.

Noviembre vino
y trajo al guaco
con su canto erguido
en la rama seca
del fosforillo alto.









Silueta


Árbol negro
que sobresale en la colina.

Cara de Quijote
con aspas
molinos
y ramas de lluvia.






















Cantos


La noche tiñe cantos
y los charcos de juncos
dicen la misma canción.

Amanece
y las ramas escriben
con ritmo de versos
un posible adiós.






















Amanecer





La dormilona embrujada
empieza a despertar.

Las hojas se besan
a intervalos de cantos
y acicalan sus plumas
en el pozo del pistilo.




















Acuarela





Camino
y es el potrero que me guía
hasta la acuarela
de dormilonas y murisecos.

(Un vuelo
de ochos pintados
                           y nácar
rasga el cuadro).

Llevo sudor
y respiro profundo
como espanto de grillos.

Tomo el pincel
y corto el cáliz
donde se une al marco.









Mis pies son camino en la hierba





Mis pies son camino
en  la hierba.

Flores puntiagudas
 y cinco pétalos.

Campanitas punto-rojo
lilas matizadas y cielo.

 Coronas reunidas
y otras solitarias
que atentas escuchan.

Aromas enredados
en la ambrosía que el Dios
hizo nueve veces más dulce
que  la miel.













Óleo



Bejucos prisioneros
entre aromas del verano.

Mariposas zigzagueantes
con cantos de hojas
y    q    e     r     d     t           e      a      o     a     a.
          u    b    a      i     a            n     m     r     d










Bahía ballena





En Bahía anidan ballenas
con caminos derretidos
desde el sur.

Los almendros juguetean con ellas
y hojas y ramas
                               similando plumas y alas
se unen a sus aletas
dirigidas a islas y horizontes
lejanos.

Todo es azul:
                     azul el cielo. Azul
el mar. Y hasta el verde
quiere ser azul.

En Bahía Ballena declaman y actúan las olas
agua y sexo satisfecho
prístina
paz.


Playa Bahía Ballena.
Verano de 1993.





En la playa




Camino por la línea húmeda.

El mar observa.

Saca su lengua
y moja
con su canto.


Olas testarudas
                               necias
se suicidan
en el abismo del eco.

Otras
se extienden serenas
en climax
con la arena.




Playa Punta Uvita.
Verano de 1992.









El mar canta




El mar canta
en el polvo húmedo
del parto.

Acaricia
golpea
y regala versos
enamorando
en cópula
y arena.

Y la tierra le entrega
su vientre materno.



Playa Dominical.
Verano de 1980.

Atardecer






Estratos y cúpula
en filos
de valle oculto.

Cósmica
                 interrogación deshecha
                en diamante fugaz.

Silueta esculpida en lo alto
como alma solitaria

Garzas que se van
en uve
al confín de los rayos
s          a          s
 u           l           o
   s                        l.
     p
       e
         n
           d
              i
               d
                 a
                   s


Al viento

Manojo
perdido en distancias
con paso rápido
entre laberintos
y espadas.

Alma tranquila
o inquieta
en rendijas
y cielos
c
  o
    n

      f
       u
         r
           i
            a

              d
                e

                  r
                   a
                    í
                      z.
                       




Orquídea



Misterio oculto
suspendido
en hebras  marfil.

Retoños de miel
y aire
en el labio
fresco
de la sombra.

Rojo ígneo
y encajes que cuelgan.

Figuras inventadas
por algún dios
juguetón.













Cascadas



El tornasol revienta
en espumas.

El zumbido destella
al paso.

Cara escondida
de pétalo simétrico
y caricias que se deshacen
en
     el
         aire.






Pejibaye de Pérez Zeledón.
Verano de 1982.











Invierno





Hilos
esparcidos
de cielo a tierra
(comunicación de los dioses
con el hombre).

Y octubre
chapaleando
en el charco.














Verano








El terrón se asfixia
y el naranjo le da su jugo
de sombra.

El terrón se rompe en el polvo
y marzo tuesta helechos
y divide el agua
en nubes
                  y pozos.

















Hormigas





Paso marcado
de tropa en fila india
acicalándose
                          respetuosas
                          ante el sol.

(Los ritos se repiten
como acto
ancestral).

Vigías del camino
con estandartes
que llevan al  túnel
donde le enseñan a  la oruga
sus leyendas.














Canto a la inmortalidad



A las piedras




Testigo del cosmos
cubierto de musgo.

Declamación del río
entre cara redondas
y aplausos grises.

Carácter fuerte
inmortalizado
con voz
en soledad
oculta.






Tierra colorada



A  Pérez Zeledón







Rebosa el cenit
y cruje el helecho.

Astilla y hueso
hincados al terrón.

Seres con piel bauxita
y manto verde.













A la naturaleza






Trueno
en el paisaje
                        horizontal de mis ojos.

Azul y verde.

Sábana sobre el pecho
infinito
de la vida.



 













Alcatraz de patas azules



(Habitante de las islas Galápago).









Abanico de saetas
en el acto amoroso

Coqueteo magistral
de baile y conquista
                                      arcano
                                      de la isla.












Fecunda


A la naturaleza.



Nido fecundo
como vaina
que cruje al parir.

Pistilo y mariposas
entrealadas
en el templo verde
del humus.












Cascada



Cometa suspendido.

Explosión
de cascajos de luna
como doncella
v
e
r
t
i
c
a
l.




Catarata de San Luis.
Pérez Zeledón.
Invierno de 1979.







Cerro Chirripó




Con motivo de la promulgación de la ley
que declara al Chirripó, Parque Nacional.





Madrugada que descubre
filos del risco.

Tierra del cielo
como ilusión fundida
en espaldas jorobadas.

Lentejuelas
que juegan con su piel
haciendo señales al cosmos.

Crestones de moles rojizas
                                                   refugio
                                                   del verso milenario.

(Calla la flor
                      ríe el musgo
                     entre piedras de torres
                     y faros de estrellas).

Noche caída en lo oscuro.

Luna trepando la cuesta.

Y mis pies
junto a un verso
corrían
envueltos en el viento
                                          noche helada
                                          escándalo del silencio.

Allí quedé:
                     pensamiento infinito
                     sereno
                     azul.





Cerro Chirripó,
Pérez Zeledón.
Verano de 1980.














En Los Crestones

Dos moles gigantescas apoyan las moles
y sus dedos petrificados retienen al tiempo
en un reloj de arena
que insiste calcular el peso
con ansias de alcanzar las nubes.

Lagos aéreos se lanzan en voraz travesía
 y su piel de algodón se deshace en la magia
de lo real maravilloso.

La estatua del hombre pensante rompe el aire.

Quizás sea poeta o filósofo
o un dios que desafió las alturas
hasta convertirse en roca.

Lo acompaña un león
que vigila la serenidad del verde azul.
                                                                          Y ambos
resguardan el orden
idos en la inmensidad de la distancia.




Cerro Chirripó.
Verano del 1980.



Tilarán



Pueblo sin axilas
                                 acuarela al viento.

Silueta de  un  portón
suspendido a una nube
con cabellera peinada hacia atrás
asida a la raíz
del repasto.                











Tilarán, Guanacaste.
Verano de 1985.











Al camino




Lomo raspado
de cara al cielo
que ríe al dibujar
la piel del caminante.

De rojo
y montañas.

De silencios
y ecos.

Y paredones
que oyen acercarse
el asfalto.













Hay una perla en la montaña





Hay una perla en la montaña
que eriza
                   su piel.

Hay lluvia de ranas
Y flores-azucenas.

Garzas y martínes-pescadores
helicópteros vivientes
y jicoteas.

Cuando el monte suena
corre la espanta-viejas
se esconde la solda-con-solda
y la esperanza vuela.

En verano
                   todos se van
y me dejan.






Marzo



Reverbera mi piel
y corren chorros de sudor.

El aire hierve
y el potrero es yesca.

A la quebrada le brotan lomos
sin brisa
ni azul.

Sólo hay quemas
y negro del carbón.

















Chicharra


Marzo llegó
y aún con trozos de tierra colorada
se puso a ver el sol.

El sol la encandiló
y le afinó su canto
hasta hacerla reventar.





Pedregoso de Pérez Zeledón.
Verano de 1979.














Después del cenit




Después del cenit
las hojas somalladas
necesitan respirar.

Llega el sereno
y las acaricia
                         suavemente
dibujando gotas en su frente
hasta hacerlas revivir.

Les regala quietud
historias. Rezos
para conciliar el sueño.

Al día siguiente
el sereno se va.





EN MI JARDÍN


















EN MI JARDÍN









































































































¿Quieres ver mi jardín?


a

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